REVERSOYDERECHO CLUB DE LECTURA 2012

5. LAS CONSTITUCIONES DE COLOMBIA, ECUADOR Y BOLIVIA

5.    LAS CONSTITUCIONES DE COLOMBIA, ECUADOR Y BOLIVIA

Un preámbulo es un cuerpo de postulados  fundamentales sobre los cuales se asienta una constitución, pues marca no sólo la posición política, sino también la posición ética y de futuro. Tres constituciones marcan tres tipos de sociedad, y por lo tanto, tres forma de abordar lo ambiental y lo agrario.


5.1.  Preámbulo de la Constitución de Colombia


El pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano, representado por sus delegatariosa la Asamblea NacionalConstituyente, invocando la protección de Dios, y con el fin de fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo,la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un
ordenpolítico, económico y social justo, ycomprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana, decreta, sanciona y promulga la siguiente

5.2. Preámbulo de la Constitución del Ecuador

NOSOTRAS Y NOSOTROS, el pueblo soberano del Ecuador RECONOCIENDO nuestras raíces milenarias, forjadas por mujeres y hombres de distintos pueblos, 
CELEBRANDO a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que somos parte y que es vital para nuestra existencia, INVOCANDO el nombre de Dios y reconociendo nuestras diversas formas de religiosidad y espiritualidad, APELANDO a la sabiduría de todas las culturas que nos enriquecen como sociedad, COMO HEREDEROS de las luchas sociales de liberación frente a todas las formas de dominación y colonialismo, Y con un profundo compromiso con el presente y el futuro, Decidimos construir Una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay; Una sociedad que respeta, en todas sus dimensiones, la divinidad de las
personas y las colectividades; Un país democrático, comprometido con la integración latinoamericana –sueño de Bolívar y Alfaro-, la paz y la solidaridad con todos los pueblos de la tierra; y,

En ejercicio de nuestra soberanía, en Ciudad Alfaro, Montecristi, provincia de Manabí, nos damos la presente.

5.3. Preámbulo de la constitución de Bolivia

En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron
lagos. Nuestra amazonia, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores. Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros diferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas. Así conformamos nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia.
El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad de la historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígena anticolonial, en la
independencia, en las luchas populares de liberación, en las marchas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y de octubre, en las luchas por la tierra y territorio, y con la memoria de nuestros mártires, construimos un nuevo Estado.  Un Estado basado en el respeto e igualdad entre todos, con principios de
soberanía, dignidad, complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en la distribución y redistribución del producto social, donde predomine la búsqueda del vivir bien; con respeto a la pluralidad económica, social, jurídica, política y cultural de los habitantes de esta tierra; en convivencia colectiva con acceso al agua, trabajo, educación, salud y vivienda para todos.

Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el
reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, que integra y articula los propósitos de avanzar hacia una Bolivia democrática, productiva, portadora e inspiradora de la paz, comprometida con el desarrollo integral y con la libre determinación  de los pueblos.  Nosotros, mujeres y hombres, a través de la Asamblea Constituyente y con el poder originario del pueblo, manifestamos nuestro compromiso con la unidad e integridad del país.   Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos, con la  fortaleza de nuestra Pachamama y gracias a Dios, refundamos Bolivia. 

Honor y gloria a los mártires de la gesta constituyente y liberadora, que han hecho
posible esta nueva historia.

El “Sumak Kawsay” (“Buen vivir”) y las cesuras del desarrollo



De todos los conceptos creados desde la positividad de la economía neoliberal, el concepto de crecimiento económico como base del desarrollo social es, de hecho, uno de los que más connotaciones simbólicas y políticas posee. Es un concepto hecho a la medida de las ilusiones y utopías del neoliberalismo y del capitalismo tardío. Con la misma fuerza que el creyente cree en la epifanía de la voluntad divina, el economista neoliberal, cree en las atribuciones y virtudes mágicas que tiene el crecimiento económico. Es una especie de doximancia en la que la sola enunciación del crecimiento económico se convertiría en taumaturgo de la realidad.
Esta noción del crecimiento económico recupera las necesidades políticas del neoliberalismo, y, para legitimarse, apela al concepto decimonónico e iluminista del “progreso”. En efecto, desde esta perspectiva el crecimiento económico sería otro símbolo de progreso y éste, por definición, no admite discusiones. De esta manera, el neoliberalismo pretende tejer una solución de continuidad histórica con el iluminismo y con las promesas emancipatorias de la modernidad. En la simbólica moderna, toda persona, o todo pueblo, al menos teóricamente, quiere progresar, quiere “salir adelante”; quiere “superarse”. Para el neoliberalismo, poner trabas al progreso es ser retardatario. Poner trabas al crecimiento es una aberración de los pueblos “atrasados” que, de forma imperativa, deben modernizarse. Oponerse al desarrollo, por tanto, es antihistórico. Estar en contra del crecimiento económico es síntoma y signo de oposición al cambio.
Pero el crecimiento económico, vale decir el desarrollo, por antonomasia es obra de los mercados y, a su vez, de las empresas privadas. La empresa privada (y en su forma más moderna: la corporación), gracias al discurso neoliberal del crecimiento económico se creen portadoras de una misión de trascendencia histórica: asegurar el cumplimiento de una de las promesas más caras de la modernidad capitalista: el progreso económico en condiciones de libertad individual.
En esta noción de crecimiento y desarrollo económico el discurso neoliberal crea un fetiche al cual rinde tributos, oraciones, y penitencias. El crecimiento económico, según la doctrina neoliberal, resolverá por sí solo los problemas de la pobreza, iniquidad, desempleo, falta de oportunidades, inversión, contaminación y degradación ecológica, etc.
El crecimiento económico se convierte en la parusía del capital. En el horizonte utópico hacia el cual necesariamente hay que llegar, a condición de que, obviamente, se dejen libres los mercados y que el Estado respete las reglas de juego del sector privado. En la teología del neoliberalismo, la parusía del crecimiento económico solo puede provenir de la mano invisible de los mercados. Gracias a esta noción de crecimiento económico, el neoliberalismo puede deconstruir aquellos modelos económicos y sociales que comprendían la intervención del Estado; y posicionar su proyecto político como un modelo de crecimiento por la vía de los mercados. El crecimiento económico, en las coordenadas teóricas y políticas del neoliberalismo, permite desarmar aquellas nociones de planificación social, de bienes públicos y solidaridades colectivas que formaron parte del debate político latinoamericano y mundial, antes de la “larga noche neoliberal”.
Ahora bien, la teoría del crecimiento económico por la vía de los mercados y como base del desarrollo, es una invención reciente. Su formulación como parte de las teorías del desarrollo y su reformulación como propuesta de mercados libres y competitivos como único espacio histórico posible del desarrollo económico, está relacionada con la contrarrevolución monetarista de Friedman y de la Escuela de Chicago, producida en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.
En realidad, el crecimiento como dispositivo conceptual del desarrollo neoliberal, es un argumento vacío. En efecto, el crecimiento económico, strictu sensu, no existe. Lo que existe es la acumulación del capital, y el capital no es ni una cosa ni un conjunto de objetos, es una relación social mediada por la explotación y la reificación. La acumulación del capital implica, por definición, la ampliación de las fronteras de la explotación y de la enajenación humana. A más crecimiento, más acumulación de capital, y, por tanto, más explotación, más degradación, más enajenación.
El desarrollo basado en la noción neoliberal del crecimiento económico, es un discurso mentiroso y encubridor de las relaciones de poder que genera la acumulación del capital en su momento especulativo. El crecimiento económico como teleología (o como finalidad) social y fetichismo de la historia es un dispositivo simbólico y epistémico que tiene una función política: aquella de generar los consensos necesarios para posibilitar la acumulación del capital en su momento especulativo y neoliberal.
Tiene también una función histórica: aquella de cerrar los espacios de posibles humanos en las coordenadas de la economía y del mercado. El neoliberalismo es el fin de la historia moderna. No hay nada más allá del fin de la historia: las utopías desaparecen y las metanarraciones de la modernidad se fragmentan. En el mundo neoliberal se han cumplido con las promesas emancipatorias de libertad y progreso. Sin embargo, esa libertad y progreso son puestas en las perspectivas del mercado y la libre empresa, y el ser humano que mide a su condición humana en la reificación de las cosas, ya fue cuestionado por los filósofos marxistas de la Escuela de Frankfurt, además, el discurso del crecimiento económico ha sido objeto de un intenso cuestionamiento, desde Iván Illich, Arnold Naess, Herbert Marcuse, hasta Arturo Escobar y Serge Latouche, entre otros. De esas críticas y cuestionamientos al discurso neoliberal del crecimiento económico, y utilizando una figura de la retórica que implica ruptura, interrupción y fisuras, habría de recordar aquellas cesuras que esta noción ha producido y cuyas connotaciones históricas y sociales son ineludibles a la hora de repensar al desarrollo y sus alternativas, sobre todo en momentos de fin de la historia y de posmodernidad neoliberal.
La primera de esas cesuras es cuando el discurso del crecimiento económico fragmenta y rompe la relación del ser humano con la naturaleza. Desde el proyecto de Descartes del hombre como “amo y señor de la naturaleza”, hasta el informe de la Comisión Brundtland de 1986, pasando por la Cumbre de Río y las preocupaciones recientes sobre el calentamiento global, el desarrollo económico y el discurso del crecimiento, no han podido cerrar esa cesura. Todo lo contrario, ahora genera problemas que antes parecían inconcebibles.
La visión de los mercados como alternativa histórica para la relación hombre-naturaleza está ampliando esta cesura y presentándonos escenarios que antes nos habrían parecido impensables. Solo desde una visión de un extremo egoísmo con el presente, y absoluta enajenación con el futuro, puede pensarse que la producción de alimentos ahora sea para los autos y no para los seres humanos. Los biocombustibles ponen al discurso del crecimiento económico en la frontera final de la utilización de la naturaleza. ¿Qué viene después? ¿Quizá la privatización del aire? ¿La comercialización del clima, como lo pretende el proyecto HAARP?
Comprendemos, gracias a esa propuesta de privatización de la naturaleza, que el concepto de “desarrollo sustentable” de la Comisión Brundtland, nunca fue más que un simulacro, una expiación del capitalismo tardío en su hora neoliberal. Una coartada para los proyectos privatizadores del Banco Mundial. Sin embargo, el calentamiento global es una amenaza real. El capitalismo y su discurso del desarrollo, gracias a la cesura que se produjo cuando se instrumentalizó la naturaleza y se rompió la unidad del hombre con su entorno, están provocando una de las crisis más graves y profundas que pone en peligro a toda la existencia humana sobre la Tierra. En la perspectiva del mercado no hay posibilidades de frenar el cambio climático y el calentamiento global. Llegará un día en el que la humanidad tenga que optar entre la vigencia de los mercados capitalistas o su propia pervivencia. Llegará un día en el que los conocimientos y saberes ancestrales de los pueblos indígenas sean la única opción para salvar al planeta de la devastación provocada por el libre mercado.
Una segunda cesura del discurso del crecimiento económico y el desarrollo, es aquella relacionada con la ética. Ni el desarrollo, ni el crecimiento económico son éticos, y no pueden serlo, porque al incorporar variables éticas al crecimiento económico, éste corre el riesgo de entrar en serias contradicciones lógicas que pondrían en peligro la validez epistemológica de la economía en su conjunto.
El comportamiento maximizador del homo economicus está reñido con la ética, e impide la elección racional en mercados competitivos. Un consumidor ante una mercancía nunca piensa en los demás, sino en sí mismo. El momento en el que se atraviese en su elección individual cualquier preocupación ética por los demás, sus decisiones económicas se invalidan automáticamente. Para la teoría vigente del consumidor, que fundamenta a todo el edificio conceptual de la economía moderna, éstas no serían decisiones racionales.
Pensar de manera ética, por definición, es pensar en contra del mercado y del interés individual. Pensar éticamente no es racional, al menos en los contenidos que la economía entiende por “racional”. Ética y crecimiento económico son dimensiones contrapuestas. La cesura con respecto a la ética, ha producido una instrumentalización del conocimiento, del saber social y de la convivencia humana.
Una sociedad que se dedica a la industria de la guerra, puede exhibir envidiables parámetros e indicadores de desarrollo económico, pero esa sociedad puede revelarse como un peligro para las demás. Mientras más crezca en términos económicos esa sociedad, más riesgos existen para la paz del mundo.
Una lección que el capitalismo quiere olvidar con la experiencia del nazismo en Alemania y la reconstrucción económica por la vía de la industria bélica. El profesor Galbraith, con su fina ironía, decía que los nazis, luego de haber resuelto el problema del desempleo en Alemania, se dedicaron a resolverlo en el resto de Europa y el mundo.
Esa cesura entre la ética y el “crecimiento” hace que en la subjetividad del capitalismo, el fin justifique los medios y que al final la ética aparezca como recurso estratégico en la necesidad de legitimar al poder. No hay que olvidar que el índice de crecimiento de los mercados de Defensa (el índice Spade Defense) ha crecido una media del 15% entre los años 2001 y 2006, gracias a la “guerra en contra del terrorismo”, y que esta guerra ha provocado el aparecimiento de graves atentados a los derechos humanos fundamentales en todas partes del mundo.
¿Es posible, entonces, devolver la ética a la convivencia humana? La respuesta aparece condicionada a la existencia de los mercados como reguladores sociales e históricos. Los mercados no son espacios para la ética. Son espacios para el lucro individual y la acción estratégica. Rescatar la ética implica superar al mercado. Los mercados al instrumentalizar la ética ponen en riesgo la paz del mundo y las condiciones de una convivencia pacífica entre los pueblos.
Una tercera cesura del discurso del desarrollo y el crecimiento económico es con la historia y cultura propias de los pueblos. El desarrollo y el crecimiento económico vacían de contenidos a esas historias y culturas y los llenan con aquellos que se considera válidos desde la lógica de la rentabilidad, el corto-placismo, el egoísmo y el cálculo estratégico. Cuando el crecimiento económico se aproxima a sociedades o pueblos que no están contaminados de modernidad ni desarrollo económico, los fagocitan en función de las necesidades de la acumulación del capital, y colonizan aquello que Habermas denomina el “mundo de la vida”.
Para el crecimiento económico, las costumbres tradicionales de los pueblos y sus culturas son obstáculo que hay que superar eliminándolas por medio de estrategias de modernización. En las coordenadas del mercado, no pueden subsistir las diferencias culturales, a condición de que se conviertan en excelentes mecanismos de mercadeo. El desarrollo y el crecimiento económico no tienen idea de lo que significa el respeto cultural, y la convivencia en contextos de diversidad social y cultural. Los mercados no soportan la diversidad humana. La extraordinaria diversidad cultural de los pueblos del mundo es una amenaza que debe ser controlada. El mundo liso y llano de Burguer King, de Nike, de Mc Donalds, de Coca Cola, de Wal-Mart, etc., es la apuesta por colonizar esa diversidad cultural e integrarlas al capitalismo como otra dimensión del mundo corporativo.
Una cuarta cesura es, paradójicamente, con la misma economía. Aunque parezca inverosímil, el desarrollo económico más que provocar el crecimiento económico para toda la sociedad, en realidad lo que consigue es la administración política de la escasez. El discurso neoliberal del crecimiento económico es un discurso de la escasez. El mecanismo de los precios como taumaturgos de la realidad, es la expresión del control político a la escasez. De hecho, todo el discurso de la economía neoliberal está construido sobre las nociones de la escasez.
Los conceptos del neoliberalismo (entre ellos los conceptos de precios como costo marginal, el concepto de agente maximizador, de rendimientos decrecientes, de equilibrio general, de curvas de indiferencia, etc.) son conceptos que relevan de una analítica de la escasez. No se trata de la existencia o constatación de una situación de escasez, sino de su racionalización y operacionalización política por medio del poder, y la economía, de este modo, se convierte en otra forma de ejercer el poder. El desarrollo crea escasez. El desarrollo y el crecimiento económico crean pobreza. La pobreza es inherente al desarrollo y al crecimiento económico. Toda la estrategia de ajuste y reforma estructural del FMI y del Banco Mundial, y su terapia de shock, provocaron artificialmente la escasez, y provocaron y exacerbaron la pobreza como requisito ineludible para que puedan operar las leyes del mercado capitalista.
Pensar que el crecimiento económico puede resolver los problemas de la pobreza es ingenuo, primero porque se tiende a pensar a la pobreza en términos de economía (el dólar diario del Banco Mundial), cuando en realidad es un fenómeno político; y, segundo, porque se supone que la pobreza puede ser superada desde la misma economía (por ello Marx se resistía a hablar de pobreza, para él la pobreza era una manifestación social e histórica de la explotación, lo que había que resolver era la explotación humana emancipando al trabajo, y no como ahora lo pregona el poder con microfinanzas o microempresas), cuando debería superarse desde la política.
Ninguna sociedad, incluida aquellas que puedan autodenominarse como “desarrolladas” han resuelto los problemas de la pobreza, y menos aún de la explotación. El discurso de la economía neoliberal como analítica de la escasez sirve de cobertura y coartada para ocultar la distribución de la renta social. Si toda la sociedad participa en la producción del excedente social, lo lógico sería esperar que el discurso del desarrollo y el crecimiento económico resuelvan la distribución y participación de toda la sociedad de este excedente. Gracias al discurso neoliberal del crecimiento económico, el excedente social se privatiza y la escasez se convierte en el mejor argumento de control político que asegura la privatización de la riqueza social.
Una quinta cesura, y quizá de las más graves, es la colonización epistémica. Cuando se asume al discurso del desarrollo y del crecimiento económico, es imposible ver al mundo de otra manera. Quizá Wallerstein tenga demasiada razón cuando nos propone “impensar las ciencias sociales”. Para Wallerstein, el desarrollo es un “mito organizacional”. La colonización epistemológica provoca la indiferencia hacia aquellos saberes que no relevan de los marcos teóricos dados por la modernidad y por el desarrollo, y también provoca la destrucción de esos saberes, sobre todo cuando empiezan a convertirse en peligrosos. En una expresión fuerte y cargada de simbolismo y de razón, Boaventura de Souza Santos los llama “epistemicidios”.
La colonización epistemológica producida por el discurso del crecimiento económico ha neutralizado la capacidad que tendría la humanidad en repensar las alternativas al capitalismo. Quizá es más difícil desaprender que aprender. Para salir de esta colonización, quizá sea necesario un largo trabajo de olvido sobre todo aquello que aprendimos a propósito del desarrollo y del crecimiento. Superar estacesura epistémica es una de las tareas más complejas del presente porque la razón siempre es autorreferencial, y la analítica del crecimiento económico ha hundido sus raíces en la episteme moderna incluida en sus propuestas emancipatorias.
Todos estos procesos no pueden mantenerse sin la utilización estratégica de la violencia. El libre mercado necesita de la violencia como la vida necesita del oxígeno. A más libre mercado más violencia. Todas las reformas neoliberales del crecimiento económico han sido impuestas y se mantienen desde la violencia. La violencia asume el formato de la política como una extensión de la guerra, y ésta como una condición hobbesiana de existencia. El desarrollo y el crecimiento económico fragmentan al hombre de su sociedad y lo inscriben en una relación marcada, precisamente, por la violencia. La libertad de los mercados implica cárceles, persecución, terrorismo de Estado, torturas, genocidios, impunidad. El crecimiento económico es violento por naturaleza. Generar violencia y administrarla políticamente, bajo una cobertura de democracia, ha sido uno de los desafíos más importantes del neoliberalismo. El concepto neoliberal que permitió la domesticación de la política, incluido el sometimiento de la democracia a las coordenadas del mercado, ha sido aquel del Estado social de derecho.
Es necesario cerrar estas cesuras. Está en juego la pervivencia del hombre sobre la Tierra. El discurso neoliberal del desarrollo basado en el crecimiento económico no puede tener una segunda oportunidad. Si se la damos quizá sea demasiado tarde para nuestro futuro. Su legado de destrucción ambiental, degradación humana, violencia social, colonización de las conciencias, terrorismo de Estado, genocidios, expulsión de pueblos enteros, guetización, entre otros aspectos, hacen imperativo (casi como los imperativos morales de Kant), que busquemos alternativas al desarrollo en su conjunto.
El Presidente boliviano Evo Morales, indígena de procedencia aymara, ha dicho que hay que pensar en superar al capitalismo como sistema social e histórico. Los indígenas del Ecuador, a inicios de los noventa, y en la línea de repensar las alternativas al capitalismo como sistema, produjeron uno de los conceptos políticos más complejos de la era presente: el Estado Plurinacional, que obliga a reconsiderar los contenidos que fundamentan al contrato social y a la sociedad en su conjunto. Los zapatistas mexicanos desafiaron a las tradicionales teorías del poder cuando expresaron su mandato político como: “mandar obedeciendo”.
Son los mismos indígenas de Bolivia, Ecuador, y Perú, los que ahora proponen un concepto nuevo para entender el relacionamiento del hombre con la naturaleza, con la historia, con la sociedad, con la democracia. Un concepto que propone cerrar las cesuras abiertas por el concepto neoliberal del desarrollo y el crecimiento económico. Han propuesto el “sumak kawsay”, el “buen vivir”.
Es probable que la academia oficial, sobre todo aquella del norte, sonría condescendiente, en el caso de que logre visibilizar al concepto del buen vivir, y que lo considere como un hecho anecdótico de la política latinoamericana. Sin embargo, es al momento la única alternativa al discurso neoliberal del desarrollo y el crecimiento económico, porque la noción del sumak kawsay es la posibilidad de vincular al hombre con la naturaleza desde una visión de respeto, porque es la oportunidad de devolverle la ética a la convivencia humana, porque es necesario un nuevo contrato social en el que puedan convivir la unidad en la diversidad, porque es la oportunidad de oponerse la violencia del sistema.
Sumak kawsay es la expresión de una forma ancestral de ser y estar en el mundo. El “buen vivir” expresa, refiere y concuerda con aquellas demandas de “décroissance” de Latouche, de “convivialidad” de Iván Ilich, de “ecología profunda” de Arnold Naes. El “buen vivir” también recoge las propuestas de descolonización de Aníbal Quijano, de Boaventura de Souza Santos, de Edgardo Lander, entre otros. El “buen vivir”, es otro de los aportes de los pueblos indígenas del Abya Yala, a los pueblos del mundo, y es parte de su largo camino en la lucha por la descolonización de la vida, de la historia, y del futuro.
Es probable que el Sumak Kawsay sea tan invisibilizado (o lo que es peor, convertido en estudio cultural o estudio de área), como lo fue (y es) el concepto del Estado Plurinacional. Mas, en la prosa del mundo, en su signatura de colores variados como el arcoiris, en su tejido con las hebras de la humana condición, esa palabra, esa noción del “buen vivir”, ha empezado su recorrido. En los debates sobre la nueva Constitución ecuatoriana, junto a los derechos de la naturaleza y el Estado Plurinacional, ahora se ha propuesto el Sumak Kawsay como nuevo deber-ser del Estado Plurinacional y la sociedad intercultural. Es la primera vez que una noción que expresa una práctica de convivencia ancestral respetuosa con la naturaleza, con las sociedades y con los seres humanos, cobra carta de naturalización en el debate político y se inscribe con fuerza en el horizonte de posibilidades humanas.
- Pablo Dávalos es economista y profesor universitario ecuatoriano.
Fuente: ALAI, 6-5-08


GUERRA DEL AGUA EN BOLIVIA

La “guerra del agua en Bolivia”  estalló en abril del 2000, luego que el Congreso promulgara la Ley # 2066, "Ley de Servicios de Agua Potable y Alcantarillado Sanitario", modificatoria de la Ley # 2029, con el mismo nombre, del 29 de octubre de 1999.

La aprobación no consensuada de la Ley, más la concesión de los servicios de abastecimiento de agua potable y alcantarillado en la ciudad de Cochabamba, la ejecución del proyecto múltiple MISICUNI al Consorcio aguas del Tunari y la decisión de éste de incrementar las tarifas sin antes mejorar los servicios, fueron los elementos que hicieron detonar la guerra.


Las decisiones del gobierno boliviano generaron una ola de reacciones populares: protestas masivas, tomas de carreteras y una huelga general en la ciudad de Cochabamba donde el gobierno del presidente Hugo Manzer declaró el 8 de abril el estado de sitio.

La huelga general se extendió por cuatro días hasta que el gobierno prometió la retirada de los anunciados aumentos tarifarios, que en algunos casos suponían 20 dólares.

En una consulta popular, en la que participaron más de 60,000 personas, se exigió la cancelación del contrato de concesión con Aguas del Tunari.

REVISTAZO.COM reproduce a continuación una serie de documentos de prensa en los que se detallan los acontecimientos de abril del año 2000 :

Bolivia: estado de sitio para aplastar las protestas

Después de una semana de protestas masivas, cortes de carreteras y una huelga general en la ciudad de Cochabamba, el sábado 8 de abril, el gobierno boliviano de Hugo Banzer declaró el estado de sitio.
el principal motivo de las protestas era la decisión de vender el sistema de agua corriente de Cochabamba a Aguas del Tunarí, un consorcio multinacional de empresas privadas, cuya primera decisión fue la de duplicar los precios del agua.
Las protestas contra la privatización del sistema de agua, una decisión impuesta el año pasado por la agencia regional del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, empezaron en enero, al anunciar la nueva compañía el aumento de los precios, que en algunos casos suponían $20 más, cuando el salario mínimo es de unos $100. Además, Aguas del Tunarí anunció que los precios estarían vinculados directamente al dólar estadounidenses.
Ya en el mes de enero se creó la Coordinadora de Defensa del Agua que convocó una huelga general de cuatro días que paralizó completamente Cochabamba, una ciudad de medio millón de habitantes. Esta protesta masivo obligó al gobierno a prometer la retirada del aumento de tarifas.
Pero a principios de febrero estaba claro que ni el gobierno y la compañía del agua no tenían ninguna intención de cumplir sus promesas y la Coordinadora convocó una asamblea masiva en la plaza central de la ciudad. El gobierno de Banzer respondió enviando miles de policías anti-disturbios que ocuparon la plaza. Los entrenamientos que siguieron se convirtieron en una auténtica batalla entre manifestantes y policía, de una violencia no vista en la ciudad en años y que se prolongó durante dos días, dejando un saldo de más de 175 heridos y dos jóvenes que quedaron ciegos como consecuencia de los gases lacrimógenos. De nuevo, la intensidad de la protesta popular forzó al gobierno y a Aguas del Tunarí a prometer una cancelación del aumento de tarifas.
Animadas por el resultado de las protestas, las masas pasaron a exigir la cancelación del contrato con Aguas del Tunarí y poner fin al proceso de privatización. En una consulta en la que participaron más de 60.000 personas el 90% votaron en contra de la privatización.
Al mismo tiempo surgieron acusaciones de corrupción en los periódicos locales. Entre otras cosas salió a la luz el hecho de que la compañía Aguas del Tunarí sólo entregado un depósito de $20.000 por el contrato que tiene un valor de unos $200 millones, y que una de las empresas implicadas, la boliviana SOBOCE, es propiedad de Samuel Doria Medina, un dirigente del MIR, un partido que forma parte de la coalición gubernamental.
Finalmente el martes 4 de abril la población de Cochabamba volvió a salir a las calles de forma masiva con la convocatoria de una huelga general que paralizó la ciudad, en lo que la Coordinadora bautizó como la "última batalla". Al día siguiente, a la huelga general se habían unido el sindicato de campesinos que se enfrentaba al gobierno en una batalla paralela contra la privatización del acceso al agua en el campo y contra una Ley de reforma agraria (INRA) que sólo beneficia a los grandes propietarios terratenientes. Miles de campesinos empezaron a organizar bloqueos de carreteras en seis de los nueve distritos del país.
El jueves 6 de marzo la huelga general continuaba y no había señales de solución. Las masas de Cochabamba decidieron pasar a la acción directa, asaltando el edificio del consejo municipal y rodeando el edificio dónde se celebraran las negociaciones con las autoridades. El gobierno entonces decidió arrestar a los 15 dirigentes de la Coordinadora.
"Estábamos hablando con el alcalde, el gobernador y otros dirigentes civiles y entonces entró la policía y nos arrestó", dijo Olivera, uno de los dirigentes de la Coordinadora. "Fue una trampa del gobernador que nos tenía a todos juntos negociando para poder arrestarnos a la vez".
De nuevo las masas se concentraron en la plaza central de Cochabamba junto a miles de campesinos que habían venido a apoyarles. Llevaban palos, piedras y estaban dispuestos a defenderse de la policía si era necesario. Había rumores de que tropas del ejército estaban llegando al aeropuerto local para aplastar el movimiento. La situación claramente se estaba escapando del control del gobierno.
Finalmente, el viernes 7 de marzo los dirigentes de la Coordinadora fueron liberados y después de nuevas negociaciones, el arzobispo anunció a la multitud concentrada en la plaza que el gobierno había aceptado romper el contrato de privatización del agua. El ambiente era de victoria.
Pero las celebraciones duraron bien poco ya que el gobierno central negó haber hecho ninguna concesión alegando que la decisión se había tomado sin su permiso. El gobernador regional dimitió en protesta y fue sustituido por un militar. Inmediatamente el gobierno declaró el estado de sitio por 90 días el sábado por la mañana, una decisión que le permite suspender la mayoría de los derechos constitucionales (huelga, manifestación, reunión, etc.), prohibe las reuniones de más de cuatro personas y permite al gobierno utilizar el ejército para aplastar el movimiento. El ejército ocupó algunas emisoras de radio locales y en Cochabamba se cortó el suministro de energía a las radios y televisiones locales. Las autoridades regionales de Cochabamba también declararon un toque de queda.
Ya el viernes por la noche el ejército y la policía detuvieron a 22 de los más destacados dirigentes sindicales y campesinos del país que fueron confinados a la remota ciudad de San Joaquín, en la frontera con Brasil, a la que sólo se puede llegar en avión. Entre los dirigentes detenidos estaban el dirigente nacional de la Confederación Sindical Única de Trabajadores del Campo de Bolivia (CSUTCB), Felipe Quispe, y el dirigente nacional del magisterio rural Fred Nuñez.
Motín policial
El sábado por la mañana el gobierno también ordenó a la policía anti-disturbios asaltar los locales de la Central Obrera Boliviana (COB) en La Paz para detener a las 13 esposas de policías que allí se encontraban en huelga de hambre exigiendo mayores salarios para sus maridos que reciben unos $60 al mes. Pero en un ejemplo más de la fragilidad del aparato del estado la policía especial anti-disturbios se amotinó. El motín se extendió rápidamente a Santa Cruz y en otras poblaciones los policías también anunciaron que estaban dispuestos a pasar a la acción "en solidaridad con sus compañeros". En La Paz miles de estudiantes y otros manifestantes mostraron su solidaridad con los policías rebeldes a los que se unió la guardia del congreso y los bomberos. El gobierno trató de utilizar el ejército para acabar con el motín en el que participaban ya casi 1.000 agentes de diferentes cuerpos pero después de algunos enfrentamientos armados entre ambas fuerzas tubo que conceder un aumento salarial del 50% y que no habría represalias contra ninguno de los agentes implicados en el motín.
Esto demuestra claramente que hay un límite en el uso que estos gobiernos pueden hacer de sus fuerzas de represión, especialmente en este caso en que están mal pagadas. Durante la revolución de enero en Ecuador ya vimos como los soldados y una parte importante de los oficiales de rango bajo y medio se unieron al movimiento de las masas. En el último período hemos visto huelgas y manifestaciones de policías en toda una serie de países latinoamericanos, incluyendo Brasil y México. En diciembre del año pasado en la provincia argentina de Corrientes, la policía local, que estaba en huelga exigiendo el pago de salarios atrasados, impidió que la policía nacional reprimiese una manifestación de funcionarios después de que dos personas hubieran muerto en enfrentamientos con los manifestantes.
Además de todos estos problemas, el gobierno también se enfrentaba a otro conflicto en Sucre donde los estudiantes universitarios estaban en huelga de hambre y el distrito sureño de Tarija dónde el presidente Banzer había sido declarado "persona non-grata".
Todo el fin de semana hubo enfrentamientos violentos en Cochabamba, dónde un joven de 17 años resulto muertos por disparos de la fuerzas de seguridad, y docenas de manifestante fueron heridos de gravedad. Más tarde se supo que el ejército había utilizado fusiles de asalto FAL con munición real contra la población. En un momento dado el comandante de la guarnición local declaró que no permitiría que se utilizara a los soldados contra la población ya que "el ejército también es parte del pueblo". Estas declaraciones probablemente reflejaban su miedo a que los soldados se negaran a luchar contra la población o incluso de que se unieran a las protestas como había sucedido en la revolución de enero en Ecuador. De hecho, los dirigentes de la Coordinadora hicieron un llamamiento a sus "hermanos policías y oficiales a unirse al pueblo para defender sus justas reivindicaciones".
El ejército intervino en todo el país tratando de levantar los bloqueos de carreteras. en Achacachí, a 95 km de la capital La Paz, el ejército atacó a 2.000 campesinos que estaban bloqueando la carretera principal. Dos campesino resultaron muertos por disparos del ejército y un capitán del ejército quedó gravemente herido. Tal fue la rabia de los campesinos que asaltaron el hospital local, sacaron al capitán responsable de los asesinatos de los dos campesinos y lo mataron a golpes. Después de eso trataron de asaltar el cuartel local. En el pueblo de Lahuachaca un maestro murió en enfrentamientos en los que el ejército persiguió a los campesinos con vehículos armados.
Huelga general
Pero la acumulación de descontento en todo el país hizo que la declaración del estado de sitio lejos de aplastar las protestas consiguió justo lo contrario. El sindicato del magisterio rural convocó una huelga indefinida a partir del lunes 10 de marzo, los estudiantes también salieron a la huelga y finalmente la COB convocó una huelga general en todo el país y manifestaciones para el 12 de Marzo.
Finalmente el consorcio de Aguas del Tunarí anunció que se retiraba del proyecto de privatización. Pero ni siquiera eso consiguió detener las protestas. Los manifestantes exigieron la liberación inmediata de todos los dirigentes sindicales presos y el cambio de la ley de privatización del uso del agua en el campo. Los campesino para evitar enfrentamientos con el ejército decidieron mantener los cortes de tráfico pero sólo de manera intermitente.
Casi 20.000 campesinos, armados con palos y machetes marcharon a Cochabamba pidiendo a la población apoyo a sus reivindicaciones. Como consecuencia el gobierno tuvo que cancelar una visita "para explicar los resultados de las negociaciones, por falta de condiciones de seguridad". En otras palabras el gobierno tenía demasiado miedo a la rabia del pueblo de Cochabamba y los campesinos que se les habían unido.
Al mismo tiempo el gobierno declaró que "las protestas eran una conspiración financiada por los narcotraficantes buscando pretextos para sus actividades subversivas" con el objetivo de "desestabilizar el gobierno constitucional democráticamente elegido". Pero incluso uno de los dirigentes del MIR, que es parte de la coalición gubernamental se vio obligado a desmentir estas acusaciones: "lo que estamos presenciando no es un golpe o un acto de sedición... detrás de todos los conflictos que se desataron en los últimos días no están conspiradores ni sediciosos, sino que está el cansancio y la bronca de todo el país: (La razón, 12/4/2000). El vice presidente de la COB añadió que "los auténticos narco-corruptos están incrustados en el gobierno mismo".
La huelga general convocada por la COB y otras organizaciones sindicales, campesinas y estudiantiles el miércoles 12 de abril tuvo un seguimiento desigual pero eso no es sorprendente teniendo en cuenta que el país todavía está bajo el estado de sitio. En las principales ciudades del país se produjeron enfrentamientos entre obreros y estudiantes y la policía y el ejército. Según un informe de Reuters: "La huelga, de gran impacto en el extendido comercio informal y en las labores escolares, afectó muy poco las labores productivas y administrativas, pero convirtió al centro de La Paz durante varias horas en campo de desordenes." el secretario ejecutivo del sindicato minero (FSTMB) advirtió que la huelga general de 24 horas era solo el inicio de la lucha contra el gobierno de Banzer.
Al mismo día la Coordinadora desconvocó las protestas en Cochabamba después que quedó claro que la privatización del agua en la ciudad quedaba anulada y que no se privatizaría el uso del agua en el campo, una de las principales reivindicaciones de los campesinos. Se mantenían algunos cortes de carretera en los principales accesos a las ciudades pero poco a poco se iban levantando.
El jueves 13 de abril los sindicatos campesinos llegaron a un principio de acuerdo con el gobierno en el que las autoridades se comprometían a pagar una indemnización a las familias de los dos campesinos asesinados en Achacachí, del maestro asesinado en Lahuachaca y de los demás campesinos heridos en los enfrentamientos con el ejército. Los campesinos exigían también la liberación de su dirigente Felipe Quispe.
El viernes 14 de abril la mayor parte de los bloqueos de carreteras se habían levantado y el gobierno liberó a algunos de los dirigentes sindicales confinados. Pero los estudiantes todavía estaban en las calles y hubo violentos enfrentamientos con el ejército en La Paz y Oruro y una manifestación pacífica en Santa Cruz. El ejército seguía presente en las calles de La Paz y Cochabamba.
Pero los problemas para el gobierno de Banzer están lejos de haber sido resueltos. E los últimos días ha habido rumores de un motín en el ejército entre los oficiales de baja graduación contra las desigualdades salariales con los altos mandos. Envalentonados por las concesiones a los policías amotinados el fin de semana anterior, los sargentos y otros mandos del ejército exigían "la democratización de la estructura salarial en el ejército". Esto es una indicación más de la debilidad del aparato del estado en un país diezmado por décadas de planes de austeridad del FMI.
Está claro que la batalla contra la privatización del agua tiene un significado más profundo en un país que ya ha sufrido por lo menos 15 años de Planes de Ajuste Estructural y la privatización masiva de todos los servicios públicos (electricidad, aerolíneas, ferrocarriles, petróleo, telecomunicaciones, etc.). en las palabras de Olivera, uno de los dirigentes de la Coordinadora "estamos cuestionando el mismo principio de que otros, el Banco Mundial, las grandes multinacionales, puedan decidir sobre estos asuntos que son vitales para nosotros".

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