REVERSOYDERECHO CLUB DE LECTURA 2012

2. DEBERES Y DERECHOS SUSTENTO DE LA LEGISLACIÓN AMBIENTAL INTERNACIONAL


2. DEBERES Y DERECHOS SUSTENTO DE LA LEGISLACIÓN AMBIENTAL INTERNACIONAL

2.1. Antecedentes en el pensamiento ancestral: la carta del Jefe Seatle

La carta que el Jefe Seatle dirige contra el presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce es una misiva dirigida contra una serie de mentalidades que desencadenaron el desequilibrio planetario mediante la sobre explotación del planeta y sus recursos para producir basura. Estas mentalidades son difíciles de rastrear y no parecen obedecer a lógicas de pensamiento coherentes, pues a partir de la ambición, la acumulación desmedida de recursos, el poder y el egoísmo, la civilización occidental se convirtió en una suerte de plaga que arrasa con el planeta y que, por primera vez, tiene el poder de destruirlo todo en un segundo con el arsenal nuclear existente.

¿Dónde encontrar las raíces de este pensamiento, y de esta subyugación del pensamiento que nos hace formar parte de la  máquina de destrucción planetaria, consumista, productora de millones de toneladas de desechos lanzados al aire, al agua, a la tierra? Sin duda que esta forma de pensar egoísta, al parecer ha sido parte integral del ser humano desde el principio, aunque se desbordó cuando el intercambio y la acumulación encontraron respaldo en la conquista del mundo con el poder de la ciencia y la abstracción, cuando se intentó desmitificar el mundo y ponerlo al servicio de la idea de progreso.

Los imaginarios del Jefe Seatle, seguramente objeto de burlas por los hombres del poder encargados en ampliar sus territorios en función de la expansión de mercados, son, en toda medida, otra forma de interactuar con el cosmos; una forma de actuar en la que el valor de cambio, la apropiación, el enriquecimiento y el poder político no tienen asidero.

Si hemos de hablar de un sustento para la legislación ambiental a nivel internacional, tenemos que hablar claramente que el sustento se halla en otras formas de pensar-sentir-hacer mundo y vida, formas  solidarias y respetuosas de la vida, entendida en el sentido en que la ecología la entiende hoy en día: como un sistema cerrado que debe estar en equilibrio para un óptimo funcionamiento para todos los seres que coexisten; sistema en el que las formas de pensar, sentir y hacer, y las maneras de producir civilización, son coherentes con un proyecto integral de vida, donde todos los seres participen del bienestar.

Texto de la Carta del Jefe Seatlle

El Gran Jefe Blanco de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Washington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.
Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del Piel Roja.
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre Piel Roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.
Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa. La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto
Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un  salvaje y no comprendo.
No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Más tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.
¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago? Yo soy un hombre Piel Roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.
El aire es de mucho valor para el hombre Piel Roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.
Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.
Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.
Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas las cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca.
La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.
Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre Piel Roja.
Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.
¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.
¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció. La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.

2.2. El derecho ambiental.

El derecho ambiental surgió en occidente cuando las situaciones catastróficas hacia las que el mundo del consumo impulsó al planeta fueron inocultables y casi que irreversibles con el modelo político-económico imperante y respaldado por poderosas estructuras militares. Un mundo industrializado como el de los siglos 19 y 20 causó serios efectos en el equilibrio terrestre, posibilitando una explosión demográfica desmedida, impulsada por oscuros intereses que implicaban aumentar el número de consumidores y mercados para los productos de las industrias pujantes, tecnológicamente más avanzadas.

Al igual que lo sucedido con la integralidad espiritual del ser humano, herida de muerte con el doble colapso bélico europeo-mundial a mitad del siglo 20, la legislación ambiental nace no de una situación prevista por los teóricos del desarrollo, sino como paliativo coyuntural a una situación de emergencia y cambio acelerado por las máquinas y la adicción del mundo al petróleo en todas sus formas.

Hacia finales de la década de los 60 del siglo 20, se empezó a gestar una preocupación académica y social que se ha encausado en lo que comúnmente se conoce como derecho ambiental, siendo concebido este como el derecho que se encarga de velar por la protección del ambiente frente a la civilización del consumo, vanagloriada en sus avances tecnológico-científicos, pero enceguecida por la basura que produce.

El derecho ambiental ha sido construido a partir de los documentos e instrumentos internacionales conocidos generalmente como leyes blandas(soft law) por carecer de instrumentos eficientes para el cumplimiento de los mismos[1], así como de las demás fuentes del derecho relacionadas a la materia (leyes, jurisprudencia, tratados internacionales, la costumbre, la doctrina).

El derecho ambiental es, por esencia, de carácter público, administrativo, apoyado interdisciplinariamente por las otras ramas del derecho, desde el derecho civil, penal , procesal, administrativo, entre otros, que de una u otra forma tengan que ver con el adecuado cumplimiento de algunos principios elementales de convivencia, que ya el Jefe Seatle y otros han argumentado mcomo costumbres y leyes de sus ancestros.


2.3. Principios del Derecho Ambiental

Los principios sobre los que descansa el derecho ambiental a nivel internacional y a los que pocos estados se han comprometido con seriedad, se pueden enumerar de la siguiente forma:

2.3.1. Soberanía y responsabilidad

Soberanía con responsabilidad en el manejo de los recursos materiales de cada estado, teniendo en cuenta que, si bien los Estados son soberanos dentro de sus territorios para administrar sus recursos naturales, estos deben tener en consideración que el planeta entero es un ambiente cerrado, donde lo que hagan todos sus seres repercute en muchos planos en otros seres naturales; más aún los humanos, que desproporcionados en número, consumimos más recursos que cualquier otra especie, y en muchos casos, sin ningún sentido de proporción, cegados por el aparato ideológico del consumo desenfrenado.

En este sentido se manifiesta la declaración de Río de Janeiro:

De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y los principios del derecho internacional, los Estados tienen el derecho soberano de aprovechar sus propios recursos según sus propias políticas ambientales y de desarrollo, y la responsabilidad de velar por que las actividades realizadas dentro de su jurisdicción o bajo su control no causen daños al medio ambiente de otros Estados o de zonas que estén fuera de los límites de la jurisdicción nacional (Convenio de las Naciones Unidas sobre la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 15 de junio de 1992, principios 2, 31 I.L.M. 876)

2.3.2. Sustentabilidad.

Nuestro Planeta es un sistema empotrado en sí mismo, como una enorme serpiente que se mordiera la cola, regenerarse a partir de sí misma en un movimiento espiral como las aguas y los aires, como las estrellas y planetas… como las galaxias y los problemas del hombre. La Tierra, como conocemos al planeta en nuestro idioma, toma energía del Sol  y otras astros y cuerpos celestiales etéreos, pero esencialmente no tiene más recursos que los propios, los cuales, por esos azares de la vida, en uno de sus tantos ciclos desde su formación, crearon a los humanos, y estos la manera de buscar su propia destrucción al tomar como parámetro de civilización un sistema de producción de bienes y servicios incontrolable, creciente exponencialmente junto a los consumidores y las basuras.

El mundo es un sistema cerrado, pero el modelo de mundo que impera es un sistema lineal, donde la producción y el consumo se disparan con el crecimiento demográfico geométrico  de consumidores y basuras. Y las consecuencias: guerra, desigualdad, egoísmo, contaminación, genocidio humano, animal, vegetal, mineral…
El principio de sustentabilidad se define por el aprovechamiento de los recursos naturales y la preservación del patrimonio natural y cultural como condicionantes necesarios del desarrollo económico y social integral. La gestión sustentable del ambiente deberá garantizar la utilización de los recursos naturales para las generaciones presentes y futuras en una relación de reciprocidad tanto en el espacio como en el tiempo. La sustentabilidad significa vivir y perpetuar el mundo para las generaciones futuras[2].



2.3.3. Principios de reciprocidad, solidaridad y cooperación.

Los principios de reciprocidad, solidaridad  y cooperación implican una reversión de las mentalidades humanas contemporáneas que, empotradas dentro de dinámicas, procesos y mentalidades colonizadas por los señores del comercio y el consumo desmedido, empujan cada día más al planeta al borde de una transformación radical en la que pocos sobrevivirán.

El principio de reciprocidad se deriva de los postulados más profundos de la mayoría de religiones predominantes, donde no hay que hacer  en contra de los otros lo que no se quiera que se lo hagan a uno; principio de respeto, hospitalidad y hermandad, más aún en las relaciones de los Estados, que manejan el destino de millones y millones de seres humanos.

La solidaridad y la cooperación, que en el mismo sentido se refieren a la capacidad de unidad en la consecución de objetivos comunes, en materia ambiental, tienen que ser el imperativo de todos los Estados en sus relaciones. Lastimosamente los otros grandes actores de la economía mundial, las multinacionales (un monstruo de mil cabezas en mil cuerpos diseminados), no  poseen dentro de sus principios otro factor que el monetario, ni otra moral que el ánimo de lucro. Hoy en día más de la mitad de las 100 economías más poderosas del mundo son empresas multinacionales, cuyos tentáculos se diseminan en muchos frentes sin control real sobre los efectos causados a la salud del planeta Tierra.

2.3.4. Principios de prevención y precaución.

Con el fin de proteger el medio ambiente, los Estados deberán aplicar ampliamente el criterio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave e irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente (Declaración sobre el Medio Ambiente, Río de Janeiro 1989)

2.3.5. El que contamina paga.

En el artículo 16 de la declaración de Río se establece que quien incurra en un daño ambiental deberá responder económicamente por él, lo que, desde luego, queda un poco entredicho por la parte final del artículo, donde condiciona la reparación a la no “distorsión” del comercio ni las inversiones internacionales, como seguramente ocurre con la B.P. después de contaminar el golfo de México


2.3.6. El principio de humanidad.

La declaración de Río, como principio número uno de su corpus, consagra el principio de humanidad:

Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible.  Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza.

Este principio es, a nuestro juicio, pobre, ya que sigue siendo un principio antropocéntrico que olvida que el hombre es una pieza más de un máquina compleja llamada cosmos. Todos los principios se desarrollan teniendo como presente al ser humano, pasando por alto el alto grado de responsabilidad que recae sobre  la humanidad en la grave crisis que afecta al planeta entero, ya sea por acción, omisión o sumisión cómoda.

2.3.7. El principio de responsabilidad diferenciada.

En la medida en que los pueblos, naciones y Estados sean responsables ante la grave crisis de emergencia vital, serán responsables también de la búsqueda del desarrollo sostenible, para el que es indispensable, según la declaración de Río, la superación de la desigualdad y la pobreza.

2.3.8. Leyes eficaces.

Los Estados deben propender por la expedición de leyes eficaces para la protección del ambiente, así como a la punición de los actos contaminantes.

2.3.9. Principio del Saber tradicional.

La mejor manera de  cuidar el ambiente es recurrir a quienes, al margen de las prácticas civilizatorias degradantes de los ecosistemas, apoyados en los saberes de su territorio y en conexión con las generaciones pasadas y por venir, promueven prácticas naturales y armónicas con el ambiente. Es deber de los Estados promover estas prácticas y apoyar a los pobladores indígenas y locales en sus iniciativas por la preservación del ambiente.

2.3.10. Principio de supremacía ética sobre la guerra.

Siendo la guerra, y toda la industria relacionada con ella, uno de los factores que más incide dentro de las prácticas anti ecológicas, los Estados, y todos los actores armados dentro de un conflicto bélico a nivel internacional o local, deben respetar el ambiente


[1] La mayoría de acuerdos internacionales carecen de toda fuerza coercitiva hacia los Estados, tales como los convenios sobre Diversidad Biológica, Cambio Climático y Lucha Contra la Desertificación de la Tierra; o las convenciones para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural, para la Protección de la Flora, Fauna y las bellezas escénicas naturales en los países  americanos, etc. A estos convenios se oponen otros que si tienen cláusulas específicas o niveles de cumplimiento, como son los Rótterdam, Estocolmo, la Capa de Ozono y Kyoto, entre otros, pero que en la práctica no dejan de ser declaraciones de buenas intensiones y pocos avances reales, en un mundo que atraviesa las fronteras de la locura racional.
[2] MORELLO, Augusto M.,CAFFERATTA, Néstor A., Visión Procesal de Cuestiones Ambientales, Ed. Rubinzal - Culzoni Editores, Santa Fe, Argentina, 2004, p. 42

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